Laica o Libre

Primavera del 58. En las calles toda la estudiantina argentina. Le estaban por aplicar la primer puñalada trapera a la escuela de Sarmiento bajo la cobertura perversa de la libertad de enseñanza. Lo iban a conseguir. La gran batalla callejera fue la avant premier del vacimiento y el genocidio. Laicismo, verdadera libertad y gratuidad empezaron a ser pasado. Enseñanza privada y privilegiada con subvención estatal. Un repaso de los que no arriaron banderas y de los traidores.

11.5.06

DEBE Y HABER DE UNA DERROTA




Monseñor Antonio Plaza, arzobispo de La Plata, alma mater del Caballo de Troya.
Salió al balcón del brazo con Arturo Frondizi y Oscar Allende a saludar a los charteados. Veinte años después, ahora del brazo con el exterminador coronel Ramón Camps, jefe de la que todavía no era La Maldita, agradecería los patrióticos servicios prestados. Se negó a interceder por un familiar de sangre desaparecido.







Con un país que siempre entró en receso existencial histórico los 15 de diciembre y sale del letargo recién el 1° de marzo, un pringoso 12 de febrero de 1959 el Poder Ejecutivo reglamentó, sin aire acondicionado, lo laboriosamente entretejido por las dos cámaras: el artículo 28 de la llamada Ley Domingorena. Desgastados por el tiempo, sobre todo los estudiantes, no por eso dejaron de dar batalla después de octubre de 1958, cuando prácticamente acabaron las confrontaciones con la Policía, palo y palo. El campo de batalla se trasladó casi con exclusividad al Congreso, y Omar Patti, a la cabeza de la FUA, ingresando como sea a la sala de sesiones con un puñado de fieles, se ganó un abono en todos los calabozos cercanos. Los abogados los sacaban y a las pocas horas estaba adentro otra vez. Fueron los últimos estertores de una batalla desesperada, desigual, de no rendirse, de caer peleando, mientras el aparato estatal frondizista deshojaba el almanaque y contaba las horas para el verano salvador que todo lo puede.

Si bien la Iglesia Católica no fue la única beneficiada, resultó ser casi la única y mayormente beneficiada. Ocho años después, cuando la beatería cursillistas irrumpa al mando del violeta (pero porque habiendo comenzado con los azules constitucionalistas terminó de facto junto a los colorados golpistas) Juan Carlos Onganía y en la tristemente célebre Noche de los Bastones Largos liquiden el laborioso entretejido científico-tecnológico del conocimiento argentino de casi medio siglo, para quedar a merced de la metrópoli de turno, consumando de esa forma una evisceración criminal de lesa cultura bajo la acusación de la hegemonía judeo-bolchevique, de la que no habrá nunca más recupero, y sí una lenta agonía mantenida a coraje y orgullo, con un lento y sistemático desmoronamiento, sobre todo de la UBA.

Una de las aberraciones más revulsivas es que si ya la enseñanza confesional católica recibía unas fiducias más o menos bajo cuerda, a costas de una cada vez más devastada escuela sarmientina, con la Ley Domingorena se sacaron la careta: el país que había enterrado a sus maestros como los últimos monos del escalafón, pasó a pagar cash los sueldos de la flamante y primorosa enseñanza privada. Una ciudadanía siempre presta para estar a la page del Primer Mundo, sacó a sus hijos más que volando y pagó rigurosamente matrículas y mensualidades que pijoteaba en las miserables cooperadoras. Particularmente en los niveles más altos, los no muy consistentes de conciencia y de dónde y cómo habían logrado un título, se fueron más que disparando donde tintineaban las monedas del oso del gitano.

Echado como un borracho o un indeseable del sillón de Rivadavia, después de haberlo puteado con todas las letras al general Julio Alsogaray, hermano del otro, que le intimó la renuncia y el retiro, el 26 de junio de 1966 el médico rural cordobés Arturo Illia se tuvo que ir en taxi para inaugurar su condición de presidente de la república interruptus y darle lugar a la autodenominada Revolución Argentina, una fachistonada que también tenía objetivos y no plazos y tuvo un fin deplorable, acorde a la estatura de sus personajes.

No fue sorpresa para nadie que de ahí en más la capa de cuadros intermedios pasara a estar formada por egresados por la Universidad Católica Argentina y la del Salvador. Hostias, dólares, dependencia, tecnocracia, una axiología basada en el Debe y en el Haber, no en los valores del humanismo, el ser cada vez más opuesto al tener, el surgimiento de Yupilandia como nueva casta social, la casta de los Ejecutivos a los que casi jocosamente les cantó María Elena Walsh por tener un mango y el mango también, a marcar un camino que en el apogeo del también autodenominado Proceso de Reorganización Nacional -otro hito nefasto-, las cifras oficiales marcaron que en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires la deserción escolar en la escuela primaria oficial era del 50% y que los que quedaban era para hacerse merecedores de una plato de fideos como engrudo y un pan duro. Todo otro comentario resulta ocioso, redundante, asqueante: los resultados están a la vista.


(Villa Gesell, febrero 9 del 2006)